viernes, 25 de septiembre de 2015

Volkswagen y la charlatanería insostenible

Con un poco de suerte el escándalo de Volkswagen podría ser el canto del cisne para las aberraciones múltiples que se han apoderado de las empresas en las últimas dos décadas. Departamentos, secciones, divisiones enteras con nombres abstrusos como responsabilidad social corporativa, sostenibilidad, impacto ambiental y otras golosinas semánticas se encuentran ahora ante el abismo que ellos mismos se han ido cavando año tras año creyéndose y haciendo creer a los demás que fabricar cosas no tiene externalidades, o las tiene, pero son mínimas y perfectamente asumibles por una clientela que presumen atontada por las modas.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Siria, causas y efectos

No existe la casualidad, existe la causalidad. Esto ya lo decía el Merovingio en la segunda parte de Matrix y es una verdad como un templo. La crisis de los refugiados que actualmente padece Europa es el efecto de una causa previa a la que nadie, o casi, ha prestado atención en el último año. Cierto que los medios de comunicación llevan meses poniendo el grito en el cielo por las matanzas del ISIS, y que algunos políticos –no muchos, la verdad– han pedido con insistencia que se intervenga de una puñetera vez en aquel infierno. Pero no lo es menos que, acomodados como estamos en nuestro sofá, presos de nuestros propios placebos, pensábamos que eso nunca nos iba a afectar personalmente. Error, ya lo tenemos encima.

Europa es una fortaleza de señoritos autosatisfechos, metidos en años, que pasan media vida mirándose el ombligo y la otra media tratando de quedar bien

Europa es una fortaleza de señoritos autosatisfechos, metidos en años, que pasan media vida mirándose el ombligo y la otra media tratando de quedar bien. Así luego pasa lo que pasa. Y esto es aplicable a toda la política exterior europea. Lo de Siria era una tragedia anunciada desde hace, como mínimo, dos años, cuando los guerrilleros del Estado Islámico cruzaron la frontera iraquí y se dispusieron a fundar el califato levantino sobre una pila de cadáveres. Entonces nadie hizo nada porque los que tenían que hacerlo suponían que no eran más que unos descontrolados que se apuntaban entusiastas a la guerra civil siria, iniciada en 2011 con las célebres primaveras árabes que, al menos hasta ahora, han traído más disgustos que otra cosa. Tal vez, y esto es muy posible, no suponían nada de nada habida cuenta del ensimismamiento suicida en el que viven las autoridades europeas.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Cataluña, estación de término

Han pasado algo más de 35 años desde la aprobación del primer estatuto de autonomía de Cataluña, el segundo si contamos el de la República, aunque ese queda un poco lejos y no pesa demasiado en la Cataluña actual. En aquel entonces se pensaba que con esto y algo de buena voluntad bastaría para apaciguar al entonces incipiente nacionalismo catalán que tanta guerra había dado en los años del tardofranquismo. Los políticos catalanes de aquella época, la mayor parte de ellos un hatajo de trincones, vieron en el cuento del nacionalismo un medio muy lucrativo de vida. Si sabían dosificar las reclamaciones habría pastel para todos durante mucho tiempo. Y así fue. La Cataluña de Pujol, el célebre oasis, fue lo más parecido a Jauja que un político pueda imaginar. Nadie cuestionaba nada ya que todo se hacía en nombre de la construcción nacional, empresa colectiva que, como es sabido, justifica cualquier tipo de sacrificio individual por muy disparatado que sea.

Pujol, con todas las pegas que le queramos poner, que son muchas, supo que eso de “fer país” había que tomárselo con calma sin más aspavientos que los estrictamente necesarios y siempre dirigidos al público de casa. La Cataluña de 1978 no era independentista y el hoy vilipendiado abuelo del catalanismo lo sabía a la perfección. Se trataba de ir poco a poco, con paciencia de cartujo, convirtiendo lo que había sido una región española más, con las peculiaridades que todas y cada una de las regiones tienen, en una nación aparte, dizque oprimida que despierta tras una sumisión de siglos al invasor castellano. Es delirante, lo sé, pero precisamente las ideas delirantes son las que más fuerza toman cuando se ha ganado el número suficiente de adeptos para tirar de ellas. Tomó al asalto la educación, toda, desde el parvulario hasta las escuelas de posgrado, y los medios de comunicación. Una estrategia ganadora desde el principio. Con la educación se modela la conciencia a largo plazo, con la televisión, la radio y los periódicos a corto. Es la clásica bicicleta gramsciana que sigue y seguirá funcionando por los siglos de los siglos.

viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Y ahora qué, Guatemala?

Centro Cívico (Ciudad de Guatemala)
Guatemala es de ese tipo de lugares en los que, quizá porque viven al margen del mundo, a veces suceden las cosas más insospechadas. Cosas como que de una tacada caigan el presidente, la vicepresidenta, un puñado nada despreciable de ministros, el presidente del Seguro Social, el gobernador del Banco de Guatemala, el director del SAT (la agencia tributaria local) y un sinfín de altos cargos. Todo a causa de la corrupción, lo cual es decir mucho porque en Guatemala la incidencia de la corrupción –la pública y la privada– fue siempre altísima. Los chapines (gentilicio coloquial de los guatemaltecos), de hecho, la descuentan como algo connatural al sistema. Han aprendido a vivir con ella como un mal menor, y acaso necesario, inherente a la república desde su improvisada fundación a mediados del siglo XIX.